La Numerología 16490*


Es posible que al leer este título, pues no tengo otro mejor, a alguien se le ocurra pensar que voy a escribir sobre ese arte, o quizás ciencia, practicado desde la antigüedad por matemáticos adivinadores del futuro.
No quiero hablar nada de eso por la sencilla razón de que el pasado ya no se puede repetir, es solo un recuerdo que puede ser agradable o no.
El pasado sólo debe ser útil para evitar errores, y recordar las cosas agradables, aunque ambos irrepetibles, y olvidar concientemente las cosas que nos han hecho mal.
Lo mismo del futuro, no quiero decir nada, son sólo, proyectos, ilusiones, que se pueden realizar o no, estimulantes cuando se trata de cosas positivas, agradables.
De sufrimientos, y penas evitables, si pensamos en cosas negativas, que nunca se producen ni se materializan de forma alguna.
Es cierto que se debe prever, pero no sufrir, pues las penas quedan y cuando no sucede nada has sufrido por gusto, sin que valga la pena.
Si sucediera lo que temes sufrirías doblemente, en la espera y cuando lo hechos se producen. Algo parecido a los condenados a muerte, que mueren mil veces antes que se ejecute la condena, que a veces son perdonados, pero que ya lo sufrido no se lo pueden borrar.
Es mejor pensar y disfrutar de cosas agradable por aquello de ‘‘que me quiten lo bailao. Lo más importante es el presente, el aquí, ahora y esperar el mañana con una sonrisa en los labios pensando que todo será mejor.
Dijo un filósofo asiático, si quieres conocer la razón del presente, analiza el pasado, si quieres conocer tu futuro analiza tu presente que es donde éste se construye...
Pienso, es largo y complicado seguir por esta vía, casi filosófica, por temor a aburrirlos, pues todas estas ideas se ligan con la cólera y el miedo, dos estados emocionales que debemos evitar a toda costa.
La cólera nos enferma: taquicardia, hipertensión, diabetes, y mucho más. El miedo nos paraliza, nos quita la auto defensa, el entusiasmo, las iniciativas, incluso la demostración de nuestros afectos cuando estamos enamorados por la llamada timidez y el miedo al rechazo. En fin de nada de eso quiero hablar ni deseo escribir.
Quisiera comentar de la presencia de los números en nuestra vida, marcando hitos de nuestra historia personal.
Más tarde les diré porqué surgió este tema y la importancia de cierto numerito en mi vida que ando reflejándolo por todo. Paciencia.
Todo comenzó así. Nací un 29 de Febrero, un mes que cambia cada cuatro años, simplemente para poner el almanaque en tiempo adecuado con los horarios, un día que es como la memoria del tiempo, la colecta de 6 horas anuales, cada año, para luego reunirlas y hacer un día más: 29 de Febrero.
Puede parecer sin importancia para un adulto, pero para un niño que no sabe cual es realmente su día de nacimiento, como los demás niños, es difícil de aceptar. Ahora mismo hay quien como mis hermanos Rebeca y Ramón, que dicen mi cumpleaños es el 1 de marzo, y no el 28 de febrero como me dijeron siempre. Lo que para mí es real, pues solo me faltan 6 horitas, 380 minutitos, 21600 segunditos para que yo sea un año menos joven.
Y digo menos joven, porque lo de más viejo no va, no lo acepto, claro sin ponerme bravo aunque algunos así lo crean.
¿Pero se imaginan la inseguridad de los regalitos y las felicitaciones que eso da?
Si le dices a tu pareja que se le olvidó, puede que saque de abajo del escaparate el regalito y te dirá que “era para mañana, tu verdadero aniversario” .
Si le reclamas a un amigo, lo primero que te dice es, “Compadre que desesperado eres, le quitas las ganas de felicitarte a uno. ¿Dime tu aniversario es mañana, no?”
Y así hasta el infinito.
Claro que hay otras fechas de nacimiento, yo por lo menos tengo dos. Si no me creen ahora les cuento.
La primera ya la saben y no hay nada más que agregar, por lo menos en protesta por esa fecha.
La segunda fue en e1966, estaba yo en Egipto, estudiando Lengua y Literatura Árabe, becado por el gobierno Egipcio, gracias al promedio de 97 puntos de mi expediente académico, y por ser tercero de la promocion de Ciencias Políticas, del año 1965, y no por otros méritos, pues eran los egipcios quienes decidian a quienes se la otorgaba de acuerdo al expediente del estudiante y su nivel académico.
Era mi afán especializarme en el conocimiento de las culturas semíticas, que además fueron en las que se originaron mis raíces ancestrales maternas, exactamente en un pueblo perdido a orillas del Nilo llamado Meniah, de donde le llegó su apellido materno Mena, nombre muy popular en Egipto y también del Faraón, fundador de la primera dinastía.
En fin transcurría el año 1996 y me sentía feliz como jamás lo había sido en mi vida, hasta el asma que me agobiaba diariamente en Cuba había desaparecido.
Llegó el verano y con él las vacaciones escolares, y las autoridades educacionales decidieron enviarnos para Alejandría a un campamento de estudiantes, pues el calor en el Cairo rebasaba los 50 grados Celsius a la sombra.
En Alejandría éramos tratados casi como niños escolares. Guardo recuerdos maravillosos aún de mi estancia en aquella ciudad mediterránea.
Conocí los restos de la famosa biblioteca de Alejandría, que luego me sirvió para explicarle a mi amigo Pauste, astro de la escenografía de la televisión cubana, cómo era, para su diseño de un programa educacional.
Visité la tumba romana donde la Shell copió la concha marina del emblema que la identifica,
la tumba del caballo de Alejandro, y las excavaciones para sacar a la luz del sol un anfiteatro romano en el centro de la ciudad.
Dos incidentes, como en un pésimo drama, rompieron la felicidad del momento, el intento de mandarme para Cuba en un barco pesquero cubano llamado “26 de Julio’, por instrucciones del embajador de aquellos tiempos, que pude evitar gracias a la indiscreción de un tripulante a quien pude oír haciendo el comentario.
Allí en la cubierta estaba un policía árabe que cuidaba el portalón de entrada, y a su lado me mantuve hasta que nos retiramos del barco.
Más tarde, mediante mentiras me mandó a Moscú y de ahí para Cuba, simplemente porque decía no quería estudiantes puros en su embajada. Según sus propias palabras, él necesitaba quienes trabajaran en la embajada sostenidos por la beca del gobierno egipcio.
Como yo entendía que había ido allí a estudiar, cuando logró hacerme regresar a Cuba no hubo más consecuencias, pues yo no había dado ningún motivo, sólo que frustró mis deseos de fundar una Escuela de Estudios Semíticos en la Universidad de La Habana.
El segundo suceso y que realmente marca mi nueva fecha nacimiento, es una anécdota tragi cómica por su desarrollo y no por sus consecuencias.
Estaba nadando con mi ex esposa Marta Beatriz Riera, también becada en Lengua árabe, en la playa del Palacio Montazar, un lugar de recreo del Rey Farouk, en uno de esos movimientos inesperados que hace el mar, se retiraron las arenas donde estábamos parados antes de ponernos a nadar, cuando intenté pararme no daba pie, y me fui al fondo a merced del fuerte impulso de las olas, luchando desesperadamente para acercarme a la orilla, mientras “a gritos pelao’s” pedía auxilio en árabe, luego en inglés y por último en castellano mientras profería todas la malas palabras que recordaba.
Agotado de luchar, me dejé ir y para mí sorpresa comencé a flotar, y fue cuando Martha Riera me lanzó una cámara de neumático, y me haló hasta la playa.
A nuestro lado un estudiante eritreo había pasado por lo mismo que yo con aquel fuerte oleaje, Mzuzu, y quien luego me decía muy feliz:

‘‘Mr. Román, happy Anniversary, we were born today’.

* Estas simples notas surgieron cuando reflexionaba sobre los últimos 19 años que he vivido en Montreal y que se cumplen el 16 de abril de 2009, lo que abreviado he utilizado para identificar mi correo electrónico:
roman16490@gmail.com
Casi como una marca de fábrica, formada solamente por mi nombre y números, que como dije otras veces son importantes para mí y para nadie más.

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